¿Quitar las patentes de las vacunas Covid-19 para llegar a todos?

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(Ref bioeticablog.com)

La acción del Covid-19 ha tenido un desarrollo peculiar. Se trata de un coronavirus con alto poder de contagio, y que ha producido un número importante de muertes en todo el mundo. La globalización ha tenido, en este caso, una aspecto macabro.

No todo ha sido negativo. Un aspecto positivo ha sido el esfuerzo que se ha desarrollado por parte de la empresa farmacéutica para encontrar vacunas que protejan a los ciudadanos de la enfermedad. Ha sido un esfuerzo en el que han participado estados, instituciones y organizaciones de diverso tipo y ha conseguido un resultado espectacular en un tiempo record.

Ya tenemos algunas vacunas, y pronto tendremos más. ¿Se podrán vacunar todos los que lo necesiten? ¿Llegarán las vacunas a los más pobres? Para conseguir la inmunización de grupo sería necesario vacunar a un 70% de la población mundial. Para ello serían necesarias 11.000 millones de vacunas. Es posible conseguirlas en una año (Universidad de Duke, EEUU). Pero las vacunas tienen un precio.

Una coalición de países, liderada por India y Sudáfrica, han pedido a la OMS que las farmacéuticas renuncien a los derechos de propiedad, para que así se puedan producir «vacunas genéricas» y la población más vulnerable tenga acceso a estas vacunas (Observatorio de Bioetica) ¿Es esto posible y conveniente? ¿Es la solución más justa?

A primera vista podría parecer que el camino más directo para la aplicación global de las vacunas es quitar las patentes, es decir hacer accesible a todos el conocimiento para su fabricación y dar permiso para que cualquiera lo pueda utilizar en la fabricación de sus vacunas.

Pero desde el punto de vista técnico esta solución tiene un problema: la complejidad de su elaboración, especialmente de las vacunas mRNA, es grande, pues para producir la variante de Pfizer se utilizan alrededor de 280 productos diferentes, que son suministrados a la farmacéutica por 86 proveedores distintos, pertenecientes a 19 países (Juan López Belmonte, presidente de Farmaindustria). Además, el número de pruebas que se requiere para garantizar una adecuada calidad de las vacunas, seguramente no está al alcance de todos los países, pues carecen de la suficiente tecnología para ello (Stefan de Keermaeckerportavoz de Salud Pública de la Unión Europea).

Desde el punto de vista ético, tampoco está clara que esta sea la solución más justa.

  1. El Comite de Bioética de la UNESCO, afirmaba que “el desarrollo de vacunas por parte de la industria farmacéutica también fue apoyado por fondos públicos, a menudo en colaboración con instituciones académicas públicas. Esta alianza público-privada ha permitido producir vacunas en un tiempo récord, brindando a las empresas privadas una oportunidad histórica de contribuir al bien común desde una perspectiva global. (…). El objetivo debería ser poner las vacunas a disposición de todos a un costo razonable. Es importante compartir la propiedad intelectual, para que los fabricantes de otros países también puedan ampliar la entrega de vacunas a todos. Las vacunas deben considerarse bienes comunes mundiales. 
  2. La Comisión Vaticana Covid-19 declara: «las vacunas no son un recurso (como el aire y los mares), ni un descubrimiento natural (como el genoma u otras estructuras biológicas), sino que es un invento producido por el ingenio humano, es posible someterlas a la disciplina económica, lo cual permitiría compensar los costos de la investigación y el riesgo que han asumido las empresas.
    Sin embargo, dada su importancia, la vacuna debe ser vista como un bien al que todos tengan acceso, indiscriminadamente, según el principio del destino universal de los bienes mencionado también por el Papa Francisco (n.7)

La solución técnica y ética parece que pasa por el diálogo entre todos los participantes en la solución del problema: Estados, empresas, profesionales de la ética y de la jurisprudencia. En esta mesa tiene un papel importante la iniciativa COVID-19 Vaccines Global Access (COVAX). Creada en el marco de la Organización Mundial de la Salud, está apoyando la creación de capacidades de fabricación y comprando suministros con antelación con el fin de que 2000 millones de dosis se puedan distribuir equitativamente para finales de 2021. Pero también otras iniciativas que puedan surgir, y sobre la voluntad de encontrar un equilibrio entre las partes.

En cualquier caso -y algo de eso deberíamos haber aprendido en esta pandemia-, no se trata de que alguna parte se salga con la suya, sino de que las diversas partes -todas- aprendamos que cuando colaboramos -todos- los problemas encuentran mejor solución.

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