SUECIA NO APLICARÁ TERAPIAS HORMONALES A MENORES CON DISFORIA DE GÉNERO

(Ref agabi.es)

El hospital infantil Astrid Lindgren (ALB, por sus siglas en sueco), de Estocolmo, ha modificado desde el 1 de mayo su política de administrar bloqueadores de la pubertad a menores de edad que experimenten inconformidad con su sexo biológico (la denominada disforia de género). En adelante habrá más cautela antes de someter a un adolescente a un tratamiento de este tipo. Lo han decidido así a la luz de varios sucesos. Uno es que, en diciembre de 2019, la Agencia Sueca para la Tecnología de la Salud (SBU) publicó un informe en el que señalaba que faltaba claridad acerca de los efectos a largo plazo de esas terapias y también sobre los motivos para el abrupto incremento de pacientes con disforia de género (DG) en los años más recientes (entre 2008 y 2018, los casos diagnosticados como DG entre chicas de 13 a 17 años, escalaron un 1.500%). El “celo prodisforia” ha sido tal, que ha llevado a cirujanos del Hospital Universitario Karolinska a realizarles mastectomías a niñas de 14 años físicamente sanas, una práctica sobre la que un programa de TV realizó una investigación crítica en octubre de 2019.

Los suecos han pisado el freno y ahora trazan una hoja de ruta más prudente, en parte por la experiencia propia, y en parte por ver “pelar las barbas del vecino”. En su declaración, el ALB menciona la revisión hecha por el National Institute for Health and Care Excellence (NICE), del Reino Unido, de 19 estudios sobre la aplicación de los bloqueadores hormonales, así como de las terapias con hormonas de sexo cruzado para aquellas personas con DG que se someten a una “reasignación de sexo”. El NICE llegó a conclusiones similares: que las investigaciones realizadas hasta la fecha son muy limitadas y se tiene escaso conocimiento de la seguridad de esas terapias a largo plazo.

Otro precedente británico que alega el ALB es el caso de Keira Bell, quien a los 16 años comenzó a recibir tratamientos hormonales para bloquear el desarrollo de los caracteres sexuales femeninos, un año después recibió hormonas masculinas y se le sometió a una doble mastectomía cuando cumplió los 20. Cuando, ya más madura, la joven reflexionó sobre el daño que se le había causado y demandó a la clínica Tavistock por haberle permitido tomar una decisión tan relevante siendo menor de edad, el Tribunal Supremo le dio la razón.

Como derivación de todo esto, el Sistema de Salud Pública del Reino Unido (NHS) ha suspendido los tratamientos hormonales a nuevos casos de menores de 16 años, al tiempo que ha pedido que se haga un seguimiento exhaustivo de aquellos que ya se han iniciado. También ha recomendado que, en el caso de los pacientes de 16 a 18 años, los médicos a cargo soliciten y reciban una autorización judicial antes de comenzar el tratamiento con hormonas del sexo opuesto. Además, el NHS ha pasado de considerar que las terapias con bloqueadores son “totalmente reversibles” a precisar que tienen “consecuencias inciertas a largo plazo”.

“La comunidad médica está dividida”

El hospital infantil sueco ha tomado nota de todo lo anterior, y en su declaración ya reconoce que estos tratamientos pueden dar pie a “irreversibles consecuencias adversas”, como enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, infertilidad, incremento del riesgo de cáncer y trombosis.

“Carecemos de datos sobre posibles beneficios y riesgos, y la comunidad médica está dividida sobre los riesgos y beneficios, así como sobre la edad de consentimiento”

Por ello, en adelante no se iniciarán nuevas terapias con bloqueadores ni con hormonas de sexo cruzado a pacientes con DG. Únicamente serán autorizadas si se realizan en un ensayo clínico previamente autorizado por la Agencia de Supervisión Ética (EPM) y si, tras una rigurosa evaluación psicológica, se determina que el paciente tiene el nivel de madurez suficiente para procesar adecuadamente la información que se le ha ofrecido y para dar un consentimiento válido.

Así lo confirma a Aceprensa el Dr. Svante Norgren, director del ALB y firmante de la declaración: “Las razones de ello son que carecemos de datos sobre posibles beneficios y riesgos, así como de directrices nacionales actualizadas, y la comunidad médica está dividida tanto en el análisis del riesgo-beneficio como en la edad a la que un paciente puede dar su consentimiento informado”.

En el caso de aquellos que ya estén siendo tratados, también se hará una valoración individual para determinar si se debe suspender o continuar la terapia. “Todos los pacientes que ya hayan iniciado un tratamiento endocrino recibirán más información y la posibilidad de comentarlo con su médico, pero la terapia no se detendrá, a menos que así lo deseen”, añade.

En su opinión, tanto los que abogan por un tratamiento temprano como los que lo hacen por uno tardío “deberían estar de acuerdo en que necesitamos más y mejores datos, y en que la única forma de hacerlo es a través de ensayos clínicos”.

Por último, preguntado sobre si, vista la situación actual, no considera que el tema de la DG se ha tratado con una prisa inapropiada, el experto responde de modo genérico: “Todo tratamiento debe basarse en la experiencia y la ciencia. Constantemente recibimos aportaciones de nuevos estudios y reevaluaciones de datos anteriores. A veces, esto nos hace reconsiderar y revisar nuestras pautas. Estoy convencido de que todas las partes quieren lo mejor para los pacientes. Es importante que no permitamos que la política y los intereses particulares pongan en peligro la seguridad de ellos”.

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