La falsedad de la “muerte digna“

Eutanasia

(Ref larazon.es)

El pasado martes el Congreso aprobó con el respaldo de «la progresía» más «los indefinidos» y con excepción de PP, Vox, UPN y Foro, tramitar una proposición de ley por la cual en España se reconocerá la eutanasia, es decir, se legalizará la muerte sin nombres ni apellidos, se normativizará poner fin a la vida de aquellos que padezcan un sufrimiento físico o psíquico insoportable, término vago y subjetivo donde los haya.

Desde antaño la propaganda de ciertos sectores de nuestra sociedad, la élite progresista, utiliza un interesante método ubicado en la Ciencia Política que cambia una idea en principio deleznable, rechazable y totalmente inaceptable en algo que mute a «natural» hasta determinarla como legal. Se trata de la «ventana de Overton». Este proceso artificial convierte, primero, lo impensable en radical, para dar origen a un engañoso debate.

El segundo paso, de lo radical a lo aceptable, colocando la idea como objeto de controversia, para pasar al tercer paso, de lo aceptable a lo sensato, dándole un inexistente barniz «intelectual». Pasando de lo sensato a lo «popular» y de este a lo político, se consigue el propósito de dichas élites de hacer finalmente legal aquello qué desde la moral, la conciencia y lo natural es radicalmente recusable. Solo queda señalar a aquellos que osen poner en entredicho la idea «normalizada» como peligrosos «fascistas», «ultras» y «radicales». Asumiendo los riesgos de semejantes epítetos se hace necesario contradecir de forma razonada la falacia de considerar la eutanasia como ejemplo de dignidad, de libertad o de progreso.

Son innumerables los médicos, sociólogos, psicólogos y especialistas que alertan sobre el riesgo que supone el asesinato de personas sobre la base de un supuesto «derecho a una muerte digna». Porque la eutanasia o suicidio asistido es una «pendiente resbaladiza» que convierte la voluntaria en eutanasia involuntaria y, sobre todo, irreversible, dado que expresar en un momento extremo un deseo de acabar con la vida no significa que realmente se esté deseando finalizarla. Porque depende de un estado de ánimo y sentimental límite y nunca por un hecho objetivo.

Con la mal llamada «muerte digna» se crea un prefijado engaño entre medios y fines, confundiendo de manera deliberada el dolor con la vida ya que no se mata el primero sino se acaba con la segunda. Con la eutanasia se mata, directamente. Y por muy que les pese a las élites «progres», se trata de una medida clasista. Según diversos estudios, un mínimo porcentaje de clases altas utiliza semejante barbarie acudiendo a caros hospitales privados que garanticen sólidos cuidados paliativos, por lo que acaba siendo una medida irracional y desesperada que afecta casi en exclusiva a gente con escasos recursos.

Con la eutanasia, el Estado no invierte en los indicados cuidados paliativos, quedando estos fuera de las políticas públicas, véase el gasto ínfimo en Bélgica y Holanda. Esta es la cuestión troncal. Portugal rechazó la legalización de matar, por muy duro que un sufrimiento extremo conlleve. Los comunistas portugueses votaron contra la ley presentada, afirmando su portavoz que «el Estado que no pone medios para garantizar los cuidados paliativos del enfermo terminal, sí que los pondría para acabar con su vida».

Con la «ventana de Overton» se llega a una pervertida conclusión que debe ser refutada. Se busca engañar, pues no es lo mismo morirse, o con cuidados paliativos dejar morir, pues se trata de un hecho vital, que matar, actitud esta activa, inmoral y criminal, transitiva, contraria a la ley natural y a los más fundamentales principios de la ética humana. Porque afecta a la dignidad, inviolable y universal, dignidad que nos otorga el derecho irrenunciable a conservar la vida y obliga al Estado de forma inexcusable a protegerla.

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