El gobierno “conservador” decide “conservar” el aborto como un derecho

Nicolás Juvé.-Página digital.-En una magistral entrevista publicada en La Gaceta el 12 de junio de 2010, decía el escritor y crítico literario Juan Manuel de Prada que «las grandes tendencias del pensamiento se explican desde la cultura, y no desde la “politiquilla” de cada día». El mismo autor, en una columna sobre la cuestión del aborto publicada en ABC el 13 de abril de 2013, decía algo premonitorio: «en la cuestión del aborto… el partido conservador se convierte, mientras gobierna, en conservador de los “avances” del partido socialista, para que luego el partido socialista pueda seguir “avanzando” tan ricamente, en la seguridad de que el partido conservador conservará las cosas en el exacto punto en el que él las dejó».
Además de la gravedad del hecho de consagrar una ley que declara que matar a un inocente es un derecho, esta marcha atrás del gobierno de Rajoy, difícilmente justificable, revela una particular manera de actuar en política que no debe pasar desapercibida para quienes depositaron en el PP su confianza. ¿A qué obedece realmente la decisión de retirar el anteproyecto tras nueve meses de aprobarlo en Consejo de Ministros?, ¿por qué esta retirada después de los informes favorables de órganos consultivos tan importantes como el Consejo Superior del Poder Judicial, el Consejo Fiscal y el Consejo de Bioética de España?, ¿qué es eso de la “falta de consenso”, cuando se tiene mayoría absoluta y la reforma estaba incluida en el programa electoral?, ¿por qué se debe atender ahora a los que piensan de una manera distinta a quienes votaron y creyeron en sus promesas electorales?, ¿se puede admitir un cambio de pensamiento a mitad de legislatura?, ¿qué es lo “sensato” para el presidente de Gobierno?, ¿es sensato prometer para conseguir el gobierno y después gobernar en contra de lo que se prometió? Y lo más sorprendente de todo, ¿por qué no se explican los motivos de la decisión?
Lo que deja a las claras esta marcha atrás a mitad de legislatura es una falta absoluta de convicciones personales, un tancredismo político que demuestra el relativismo que domina la clase política gobernante. Supone, ya en lo concreto, que quienes gobiernan no están dispuestos a defender un valor tan elemental como es el de la vida humana, ni tampoco a promover el conocimiento de que la vida, toda vida, la que es y existe desde la concepción, es un bien jurídico que debe ser defendido. Al parecer esto es secundario respecto a otros intereses no explicados. De cualquier forma adoptar una decisión tan grave, como la de traicionar una promesa electoral basándose en un sondeo, o una corriente de opinión, si esta fuera la causa, además de afectar a la imposición de una Ley injusta, demuestra una desafección hacia una parte muy importante de su electorado.
Groucho Marx decía: «estos son mis principios… si no le gustan tengo otros», pero aquí no estamos ante la genialidad de un maestro del humor absurdo sino ante la claudicación política a unos principios y valores que se le suponían a quienes ahora desafían a su electorado. No sé qué es peor, si cambiar los principios a mitad de legislatura, demostrar que no se tiene ninguno o adoptar los de los adversarios políticos. Pero lo cierto es que se ha producido un engaño masivo y eso tendrá sus consecuencias.
En su blog del Heraldo del Henares, señala José Manuel Belmonte, filósofo y doctor en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, que «renunciar a los principios, al debate público sobre los mismos, es el peor ejemplo para una sociedad abúlica y desorientada. Esa cobardía acepta que se pueda tener derecho a eliminar, es decir, matar a un no nacido, sin causa o justificación alguna».
La inexplicada decisión de Rajoy ha contribuido a alimentar la creciente opinión negativa de muchos españoles hacia los políticos en general, incluyendo a los supuestamente de derechas, cada vez más cercanos a los supuestamente de izquierdas. No seré yo quien diga que todos los políticos son iguales, pero cada vez se parecen más entre sí, y se parecen más a eso que algunos llaman la “casta política”. Tras lo ocurrido con la malograda reforma Gallardón está claro que en los asuntos que se refieren al matrimonio, la familia, la maternidad y la vida no hay diferencias y que en estas cuestiones se está asumiendo una supuesta superioridad moral de la izquierda. Lo que ha quedado claro es que si el PP no es capaz de defender los principios y valores de la vida y dignidad del ser humano y conserva las cosas en el exacto punto en el que las dejó el PSOE, habrá dejado de representar a muchos españoles y pasará a compartir con el resto de los partidos el pragmatismo neocapitalista, el relativismo y la ideología de género.
Pero con todo, lo peor es que la decisión de retirar la reforma de la Ley es equivalente a mantener el aborto como un derecho de la mujer. Con ello se ha echado por tierra una oportunidad histórica, para la humanidad, para España y en última instancia también para el Partido Popular. Al menos con la llegada de la reforma de Gallardón y la derogación de la Ley Aído, sin llegar al deseado aborto cero, se daba un paso adelante al acabar con una Ley que hace del aborto un derecho. Qué ocasión histórica ha perdido la derecha de este país de avanzar hacia una sociedad más justa, humana y solidaria en el sentido de defender a los más débiles e indefensos. Hubiera sido un ejemplo para Europa y el resto del mundo. Al final serán otros quienes lo den, como ya está ocurriendo en EE.UU., donde hay una manifiesta mayoría de defensores de la vida frente a los proabortistas. Mientras tanto seremos testigos de la insensatez de nuestros gobernantes. Veremos cómo se invierte la pirámide de la población española, cómo envejece hasta límites de riesgo para el futuro de nuestro país y seguiremos viendo la triste realidad de que en España no ven la luz como consecuencia del aborto 300 niños cada día y cerca de 120.000 al año.
Hará falta mucho más tiempo del que algunos habíamos pensado, pero se llegará a abolir el aborto como el crimen de lesa humanidad que es. ¿Qué hace falta para ello además de tiempo? Pues algo tan elemental como cultura y educación. No podemos continuar oyendo disparates tales como que el no nacido no es un ser humano, o que el embrión y el feto no son más que un amasijo de células, o que forman parte de la madre. Habrá que empezar desde el principio, educando e insistiendo en que la vida es un fin en sí mismo, que tiene su inicio con la concepción, que un embrión (hasta la octava semana) y un feto (a partir de la novena semana) es un ser humano en los primeros estadios de la vida y que aunque no le veamos y no le pongamos cara, cosa que por cierto es cada vez más posible gracias a las ecografías, es un ser que vive, existe y se desarrolla en estrecha dependencia del claustro materno. Habrá que seguir insistiendo en que todo ser humano tiene los mismos derechos a desarrollarse desde que es concebido y a dirigir su vida de forma personal. Habrá que educar en los principios y valores sobre los que se asientan las raíces de nuestra cultura europea, el derecho romano, la filosofía griega y el humanismo cristiano, que suponen las bases del reconocimiento de que la vida de todo ser humano es sagrada y que nadie tiene derecho a decidir sobre la vida de otro ser humano.En España, dada la situación actual habrá que recordar algo tan elemental como lo que reza en el Art. 51 del Código de Deontología médica de 2011: «el ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte». Olvidar esto es darle la espalda a lo más elemental de la profesión médica.
Los gobernantes deben establecer leyes que obedezcan a principios tan elementales. Como bien señala el obispo de la diócesis de Alcalá, Juan Antonio Reig, en su carta pastoral del pasado jueves 25 de septiembre: «mantener el derecho al aborto quiebra y deslegitima el supuesto estado de derecho convirtiéndolo, en nombre de la democracia, en una dictadura que aplasta a los más débiles».
A mí no me cabe la menor duda de que a la larga la verdad triunfará, y que el reconocimiento al derecho a la vida se terminará imponiendo al derecho a matar, como un día se impuso el derecho a la libertad frente a la esclavitud, o la igualdad de derechos de los negros y blancos. La esclavitud, el racismo y el aborto son violaciones que van en la misma dirección y agreden a los sectores más débiles y desprotegidos de la humanidad. El sentido común y la sensatez harán que un día se considere el aborto tan abominable como el vasallaje, la anulación de la libertad y la discriminación racial.
Nicolás Jouve es presidente de CiViCa

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