El oncólogo Eduardo Bruera (Rosario, Argentina, 1955) se dio cuenta pronto y en 1999 fundó el Departamento de Medicina Paliativa del MD Anderson, en Houston, donde una luz rosada y difusa baña el espacio, hay música y aromoterapia, se permiten las mascotas y se ofrece permanente apoyo espiritual. Es un referente mundial, y la Universitat Internacional de Catalunya lo acaba de investir ‘honoris causa’.
Fuente: ElPeriodico.com Autor: Núria Navarro
Eduardo Bruera – La gente vive distinto y muere distinto
En nuestro ADN está escrito que morirse no es una buena idea. Pero lo que más nos aterra es la posibilidad de una antesala de sufrimiento.
Es una especialidad poco gratificante la suya. No salva vidas.
Administración de opioides aparte, ¿qué hace?
Lo más importante es reconocer que todos somos distintos. El cáncer o la insuficiencia cardíaca a unos les causa dolor y a otros, cansancio. Unos reaccionan emocionalmente con ansiedad, y otros, con enojo o con negación. Nuestro desafío es personalizar. Suelo hacerles una pregunta capital: «¿Qué tengo que saber de usted, de su vida, para ayudarlo mejor?». Las respuestas me ayudan en la orientación. También les tranquiliza cuando les digo: «Los voy a acompañar hasta el final».
Quizá sería buena idea tener un ‘botón de apagado’.
Verá, cuando pregunto a la gente que está en paliativos, el porcentaje que me dice «máteme doctor» es mínimo. Como humanos nos vamos adaptando y encontramos valor en otros aspectos que no son conducir, ganar dinero o ir al Camp Nou.
«Lo más cercano al ideal es no morir solo, rodeado de gente querida, libre de sufrimiento físico» Eduardo Bruera.
¿La muerte es la gran igualadora?
Desgraciadamente, no.
Quienes tienen mayores recursos económicos acceden a un repertorio de formas de aliviar el sufrimiento (una casa confortable, la posibilidad de contratar a personal de ayuda). La gente vive distinto, y muere distinto. Lo que sí es igual es el sufrimiento ante la pérdida de la autonomía.
Lo único que puede decidir el CEO de una empresa es a qué hora va al baño. Esa caída del poder puede ser particularmente más dolorosa que para el que nunca pudo decidir a qué hora se levantaba.
¿Cómo definiría un buen final?
Lo más cercano al ideal es no morir solo, estar rodeado de gente querida, libre de sufrimiento físico y no sintiéndote una enorme imposición para los que te quieren.
«La gran incógnita es qué grado de actividad cerebral tenemos cuando la vida se apaga». Eduardo Bruera
¿Elegimos con quién?
He visto a pacientes que estaban desesperados por ver a alguien y, cuando esa persona llegó a su lado, consiguieron entregarse. Aún hay muchos misterios alrededor de cómo terminamos nuestras vidas.
¿Para usted cuál es el mayor misterio?
La gran incógnita es qué grado de actividad cerebral tenemos cuando la vida se apaga. Mi criterio es pensar que hay actividad, así que mantenemos el tratamiento y pedimos a la familia que los toque y les hable.
«Cuando más me expongo a la muerte, un poquito menos de miedo le tengo». Eduardo Bruera.
Asegura que hay que acabar con el tabú de que lo mejor es morir en casa.
Hemos preguntado a cientos de pacientes y créame que morir en casa no está entre sus objetivos. Lo que quieren es morir sin sufrir. Y en muchos casos hay pisos pequeños, no hay familia extendida, no hay recursos.
¿Hay algún avance en paliativos?
Ahora tenemos muchísimo mejor manejo del ‘delirium’ –el estado de confusión, a veces acompañada de agitación y alucinaciones–, que es lo que nos pasa justo antes de morir.
Después de ver irse a miles, ¿ha pensado en su propia muerte?
Sí. Y cuanto más me expongo, un poquito menos de miedo le tengo.
«Es importante tener una vida fuera del trabajo, hacer ejercicio, juntarse con gente». Eduardo Bruera.
Consolador.
Dicho esto, es importante el autocuidado, tener una vida fuera del trabajo, hacer ejercicio, juntarse con gente querida. Cuando llegas al final, nadie se acuerda de si le dieron un ‘honoris causa’, sino de las reuniones con la familia y los amigos. Lo único que les da tristeza es no haberlo hecho más. También es importante tener una vida espiritual.
¿Sabe si hay algo después?
Si pudiera responder a esa pregunta, me pondría en la portada, no en la contraportada. Tengo la esperanza de que hay algo, pero cuando lo confirme, no se lo podré contar. Así que nos quedamos con la duda.
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