Gran Bretaña ha tomado la decisión histórica de vetar los bloqueadores de la pubertad en menores y restringir su uso (cambio de sexo) a ensayos clínicos. Estos medicamentos que interrumpen las hormonas responsables de los cambios corporales, como el crecimiento de los senos, la menstruación, el vello facial y el cambio de voz, han sido y son objeto de una gran controversia en otros muchos países (Suecia los niega a menores de 18) debido a sus posibles efectos en el desarrollo cerebral y la fertilidad, así como en el impacto que pueden tener en pacientes que no entienden las implicaciones reales del tratamiento.
Fuente: ABC.es Autor: ÉRIKA MONTAÑÉS Y ESTHER ARMORA
Cambio de sexo usando bloqueadores hormonales
«En Reino Unido se estaba bloqueando la pubertad con demasiada alegría, a menores que no sufrían disforia de género ni ningún conflicto con su identidad sexual».
La disforia es esa angustia de algunos jóvenes por la incongruencia entre su cuerpo y su identidad. Incluso la sanidad británica administraba esas inyecciones que paralizan la producción de la hormona GnRH –esencial para el desarrollo de los sistemas reproductores– de manera «preventiva» a niños antes de que llegasen a la pubertad por el temor de que rechazasen sus características sexuales «secundarias». Necesitaban «un golpe de timón».
El diagnóstico lo hace el coordinador del Grupo Gónada, Identidad y Diferenciación Sexual de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (Gidseen), Marcelino Gómez, quien insiste en que en España no se da ese «abuso» porque el peso del trabajo recae «todavía» en unidades de identidad de género, aunque sí «teme» que caiga en manos menos expertas, con daños irreversibles. No oculta tampoco que, como denuncian las familias de menores afectados, se están dando casos de psicólogos y endocrinos «kamikazes».
En nuestro país, en concreto, Comunidad Valenciana y Cataluña son las dos autonomías que registran más peticiones para transicionar. En la segunda, las autoridades sanitarias aseguran que estudian con detenimiento el uso de estos fármacos, afirma a ABC Ramón Escuriet, director del Plan de Salud Afectiva, Sexual y Reproductiva de la Generalitat. «Somos muy cuidadosos al indicarlos, sobre todo desde la pandemia. Se actúa siempre desde la base de la prudencia».
El doctor Escuriet subraya la importancia de orientar desde un primer momento y durante todo el proceso a los menores que quieren iniciar estos tratamientos. En esta comunidad defiende que existe una comisión de especialistas que acompañan a los menores y les asesora y resuelve sus dudas sobre el proceso y sus implicaciones. «A partir de los 16 años, los menores pueden decidir pero intentamos que la familia o los tutores compartan su decisión», aclara el doctor.
Antonio Becerra, profesor honorífico de la Universidad de Alcalá de Henares, fue coordinador de las alrededor de veinte unidades de identidad de género, con equipos multidisciplinares, que hay en el país. Y reincide en que lo fundamental es que ningún menor con un malestar hacia su sexo biológico no sea bien aconsejado por endocrinos y pediatras endocrinos, puesto que los chavales suelen reclamar terapias hormonales a muy corta edad, sin madurez suficiente. O, a veces, los demandan sus padres para «ganar tiempo» y que su hijo acepte su cuerpo.
Contra la ansiedad
Dos madres de menores que se han inyectado supresores de manera mensual o trimestral hablan con ABC y recomiendan no pasar por este proceso a menos que el joven tenga un conflicto claro de identidad. Ninguna quiere salir del anonimato por los «conflictos» abiertos con sus respectivas hijas.
Carmen tiene 54 años y reside en la provincia de Valladolid. Cuando ella era joven, en su municipio había una persona transexual. Ahora su hija se mueve con «25 amigas que lo son», ironiza. En el hospital público de Valladolid, se juntan nueve casos. Su hija tiene 17 años y desde los 10 su madre vio que «estaba cambiando». La situación se recrudeció en la pandemia, cuando «tuve –asume la progenitora– el error de darle manga ancha con internet». Carmen la escuchaba hablar en inglés con otras niñas. Y, de pronto, estalló el «relato ‘queer’ y el rollo ‘woke’ en casa, un discurso que tienen muy bien aprendido», comenta.
«No soportaba sus pechos, quería bloqueadores, cambiarse el nombre en el registro, tomar testosterona…».
Tras una pulsión que llevó a su hija a cambiar su atuendo, imbuirse en el mundo del cómic, autodenominarse en masculino e intentar quitarse la vida, el psiquiatra y la endocrina de la Seguridad Social prescribieron bloqueadores.
«Tiene muchos complejos e intentó suicidarse. Se sabe de memoria el relato y si te opones, te dicen tránsfoba»
¿Qué efectos provocó la terapia? «A los 16 años estaba hecha una mierda. Pensé: ‘A mi hija le están destrozando la vida’. Le salió el calcio bajísimo [la pérdida de densidad ósea es una de las contraindicaciones]. Sufría dolores musculares. Los tomó dos años, hasta que me enfrenté a la endocrina que mantenía que ‘yo tenía un hijo’, pero todas las pruebas decían que era una chica, aunque una joven con muchos complejos».
A esta vallisoletana le saltó la «chispa» escuchando un caso similar y se asesoró en el grupo de Amanda, el único formado en nuestro país de progenitores de menores con disforia acelerada. «Mi hija no quiere tener la regla, y los bloqueadores se la inhibieron. Ahora quiere barba, ponerse pene, cortarse los pechos…» y, dice Carmen, al tener 17 años, le queda «poco margen» para ejercer su autoridad. «Si te enfrentas, te acusan de tránsfoba y fascista. Se ha politizado un tema vital», lamenta.
Para los padres afectados un solo caso de mal uso de esos inyectables es suficiente para ponerlos en solfa y que no se prescriban con ligereza. Las palabras de Carmen son exactas a las de otra mujer que en Barcelona lanzó su particular SOS a Amanda. Lorena se ha impuesto y no ha permitido a su hija de 15 años enrolarse en una reasignación de género sin vuelta atrás.
La adolescente, que a los 12 se rebeló contra su apariencia tras una situación traumática en la pandemia, cayó en depresión, tuvo una tentativa suicida y para «salir del precipicio» la psiquiatra (esta vez de la sanidad privada) aconsejó el tratamiento con bloqueadores. No ocultó sus efectos secundarios. Estuvo unos meses hasta que la madre echó el freno.
«Paramos los pinchazos y no le permitimos operarse. Montó ‘pollo’, pero su salud es nuestra responsabilidad»
Lo cierto es que la ansiedad mental sí se redujo gracias a la terapia psicológica, confiesa Lorena, pero los bloqueadores son «peligrosos». «Es un problema de salud pública, se les está haciendo creer que pueden volar y que si quieren tienen alas. Y allá tú si te opones».Hay una ola social de presión brutal, infiere.
Lorena se informó de todo. Cuando su hija pidió comenzar con la hormonación cruzada para acabar en la cirugía, su madre destapó la atrofia, anorgasmia u osteoporosis que podía enfrentar. «Tu salud es mi responsabilidad y no voy a ponerte en riesgo. Te convertirás en hormonodependiente», rezongó Lorena. La bronca fue monumental.
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