J. Lozano / ReL 3 julio 2017
Contundente escrito del cardenal Sgreccia, uno de los mayores expertos en Bioética del mundo
Con la sentencia de muerte ya firmada contra el pequeño Charlie Gard, la presión internacional, especialmente la proveniente del orbe católico, ha permitido a los padres conseguir algo más de tiempo antes de que el Great Ormond Street Hospital desconecte al bebé de diez meses.
Hasta el Papa Francisco ha intervenido directamente para apoyar el último deseo de los padres de que el pequeño pueda morir en casa acompañado de su familia, petición denegada también por los médicos del hospital. Pero además, la Iglesia Católica en Reino Unido se había unido a una cadena de oración por Charlie, expertos médicos han dejado en evidencia este caso e incluso varios cardenales han pedido que se ponga fin a la cultura de la muerte.
Charlie sufre una extraña enfermedad llamada Síndrome de Agotamiento Mitocondrial que sólo otras 16 personas tienen en el mundo. Tras su empeoramiento paulatino el pequeño está ahora conectado a un ventilador mecánico. Los médicos del hospital pidieron desconectarlo y tras la negativa de los padres la Justicia británica dio la razón al hospital alegando al “interés del niño”. Y es que los padres pidieron que el bebé fuera trasladado a Estados Unidos para que se sometiera a un tratamiento experimental. Incluso habían conseguido el dinero gracias a donaciones. Sin embargo, tanto la Corte Suprema británica como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos han negado a los padres esta posibilidad asegurando que no tendrá éxito y que el niño debe tener una “muerte digna”.
Uno de los expertos que más luz ha arrojado sobre este polémico caso es el cardenal Elio Sgreccia, expresidente de la Academia Pontificia para la Vida y uno de los mayores expertos en Bioética del mundo. En diez puntos publicados en el blog Il donno della vitaha dejado en evidencia la sentencia y los argumentos por los que se justifican que Charlie Gard debe morir:
1. No confundir incurabilidad con intratabilidad
El cardenal Sgreccia, que lleva décadas vinculado al mundo de la relación entre la medicina y la ética, asegura que precisamente la persona “incurable” es paradójicamente la que “tiene derecho más que ninguna otra a solicitar y obtener la asistencia y el cuidado así como la dedicación y atención continua”.
En su opinión, este aspecto es un “fundamento clave de la ética del cuidado, que tiene como principales de