Trump, primer presidente de EE.UU. en sumarse a la marcha contra el aborto

Donald Trump

( Ref lavanguardia.com)

Ni Ronald Reagan, ni George W. Bush. Hasta ayer, ningún presidente de Estados Unidos, por muy fuertes que fueran sus convicciones religiosas, había participado en la marcha por la vida que cada año recorre Washington desde la decisión del Tribunal Supremo de 1973 de reconocer el derecho al aborto. Pero este año Donald Trump no ha querido limitarse a apoyarlos moralmente, ni a enviarles a su vicepresidente –Mike Pence, un cristiano evangélico– o a intervenir por videoconferencia como hizo en el 2018. “Es un profundo honor ser el primer presidente en asistir a la marcha por la vida ”, proclamó Trump en la explanada del Mall nacional de Washington ante miles de activistas llegados desde todos los rincones del país. “Los niños no nacidos nunca han tenido un defensor mayor en la Casa Blanca”, insistió el presidente, calificando las posiciones de los demócratas respecto al aborto de “extremistas”.

Trump ha abrazado la causa antiabortista con la fe del converso. En la campaña electoral del 2016, un rival republicano divulgó un vídeo con una vieja entrevista al político neoyorkino en la que se le preguntaba sobre sus puntos de vista sobre el aborto. “Estoy a favor de la elección en todos los sentidos”, decía en 1999, incluso “muy a favor”.

La vida personal del candidato ya había encendido las alertas en algunos círculos conservadores (va por su tercer matrimonio) y el movimiento cristiano le recibió inicialmente con escepticismo. Durante las primarias de Iowa, el influyente grupo antiaborto Susan B. Anthony List pidió votar a cualquiera menos a Trump, “porque no se puede confiar en él” en este tema. Trump alegó que sus puntos de vista habían cambiado y ahora era contrario al aborto con algunas excepciones.

Sus torpes explicaciones dieron fe de su falta de familiaridad con el tema y las diferentes sensibilidades dentro del movimiento. Pero su promesa de que sería un presidente provida surtió efecto. Los votantes cristianos, tanto evangélicos protestantes como católicos, son hoy una parte clave de su plataforma electoral. Trump necesita mantenerla de su lado y movilizada de cara a noviembre. Ayer animó en especial a las mujeres a apoyarle y usar su voto “para luchar por el derecho a la vida”.

“Los votantes provida caminarían sobre cristales si fuera necesario para que sea reelegido”, ha declarado a AP Ralph Reed, presidente de Faith and Freedom Coalition. Participar en la marcha “es una decisión brillante”. Su aparición “les da fuerzas y les recuerda qué grandes amigos han sido este presidente y esta Administración”, afirma Reed, un firme partidario del republicano.

Además de colocar a dos jueces ultraconservadores en el Supremo, Trump también ha nombrado a una cifra récord de nuevos magistrados en los banquillos federales y adoptado diferentes medidas para acabar con cualquier financiación federal indirecta a los organismos que apoyan el aborto. También ha retirado los fondos a las investigaciones médicas que utilicen tejidos fetales, una vieja demanda del movimiento. Ayer se lo recordó durante su discurso.

“¡EE.UU., EE.UU.!”, “¡Cuatro años más!”, gritaba la multitud, un grupo con alta presencia de jóvenes, además de religiosos de diferentes denominaciones cristianas, sobre todo católicas. Algunos acudieron en familia, otros con escuelas. Robin llegó sola desde Indiana para contar porqué se arrepiente del aborto que, sostiene, se vio “coaccionada” cuando tenía 20 años; se ha sumado al movimiento hace sólo un año. “Soy religiosa pero la base de mi creencia es la ciencia. La ciencia dice que cuando un espermatozoide fecunda un óvulo se crea nuevo ADN. No puedes matar seres humanos”.

Linda, residente en Virginia, contaba que casi abortó hace 30 años pero finalmente tuvo al niño y lo dio inmediatamente en adopción. “No me arrepiento. Se llama no ser egoísta. Ahora quieren abortar niños nacidos para vender sus partes, es horrible”, dice convencida sobre las intenciones de los demócratas y grupos como Planned Parenthood. Su amiga Lynn también lleva tres décadas manifestándose contra el aborto. “Quienes no creen en Dios pueden decir lo que quieran que convenga a sus intereses sobre cuándo surge la vida. Pero los creyentes sabemos que el espíritu aparece en el momento de la concepción en el vientre de la madre”, defiende esta madre de seis hijos (“querría haber tenido diez”). Se niega a hablar de supuestos en los que podría aceptar un aborto: “En el 99,95% de los casos se trata simplemente de pura conveniencia”.

Es la posición de gran parte de los activistas: si se es provida, no puede haber excepciones. “En caso de violación, la mujer ha sufrido una violación de sus derechos humanos y un aborto sólo prolongaría el ciclo de la violencia en otro ser humano. La respuesta debería ser apoyar a esas mujeres y darles recursos, crear una cultura donde la violación no ocurra y no se den esas circunstancias. El amor debe ser la respuesta”, apunta por su parte Joselle, una veinteañera que viajó desde California.

Mientras Linda y Lynn están encantadas con que el presidente Trump participara en la marcha, Joselle duda de la sinceridad de sus convicciones. “Es provida porque su base de simpatizantes es provida. No puedo meterme en su cerebro y no se qué piensa realmente, pero ha hecho otras cosas que van contra mis creencias”, explica señalando el póster que ha confeccionado (“No a las inyecciones letales a los enfermos, los acusados o los no nacidos”, recaba el cartel). Otra chica de Baltimore de 18 años expresaba puntos de vista similares.

Tras los discursos, la marcha avanzó como cada año hasta las escaleras del Supremo, un lugar altamente simbólico para el movimiento pues fue la institución que legalizó el derecho al aborto con la sentencia Roe contra Wade . Confían en que, con la llegada de nuevos jueces, pronto sea anulada. “Las cosas están cambiando, gracias al presidente Trump y a mucha gente que llevamos años trabajando”, afirma esperanzada Sheyla, una madre llegada con su hija adolescente desde Misuri, donde la ofensiva antiabortista –especialmente fuerte en los estados del sur y el Medio Oeste– ha llevado a que actualmente sólo quede un centro médico que realiza abortos en todo el estado. Su supervivencia pende de un hilo como consecuencia de la presión administrativa.

La participación de Trump en la marcha es “un acto descarado de desesperación”, sostiene Ilyse Hogue, presidenta del grupo a favor del derecho al aborto NARAL Pro-Choice America, que cree que pretende desviar la atención del juicio del Senado sobre su impeachment yle acusa de “difundir falsedades”. Las encuestas señalan consistentemente que el 61% de los estadounidenses cree que el aborto debe ser legal en todos o casi todos los casos, mientras el 38% opina lo contrario. También que siete de cada diez cree que no conviene revisar la histórica sentencia y reabrir el divisivo debate.

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