Frente al matonismo trans, nace SEGM.org, una asociación mundial de ciencia médica real

( Ref religionenlibertad.com)

Acaba de presentarse SEGM, la Sociedad para una Medicina de Género Basada en la Evidencia, con científicos, médicos e investigadores de distintos países anglohablantes (EEUU, Canadá, Nueva Zelanda, Inglaterra, Australia, Irlanda), y algunos de Suecia y Noruega, varios de los cuales ofrecen -con coraje, parece que hay que decir- su nombre y fotografía.

SEGM se define como “un grupo internacional de más de 100 médicos e investigadores preocupados por la falta de evidencia de calidad para el uso de intervenciones quirúrgicas y hormonales como tratamiento de primera línea para jóvenes con disforia de género. Nuestros objetivos incluyen evaluar las intervenciones actuales en disforia de género, aportar sumarios equilibrados en evidencia, promover acercamientos psicosociales eficaces y de apoyo para cuidar a los jóvenes con disforia de género y generar preguntas buenas, que se puedan responder, en la investigación”.

“Los jóvenes con disforia de género merecen respeto, compasión y cuidados de alta calidad. Por favor, súmense a nosotros en nuestra misión de ofrecer cuidados basados en la evidencia para niños, adolescentes y jóvenes que prioricen la vida -por ejemplo, que midan la mortandad-, la calidad de vida, los resultados a largo plazo y un verdadero consentimiento informado”, añade el grupo.

SEGM declara además estar libre de “influencias políticas, ideológicas, religiosas o financieras”.

Cuando la mala ciencia daña, pese a las “buenas intenciones”

SEGM, desde su web, recuerda que “la historia de la medicina tiene muchos ejemplos de intentos bienintencionados de buscar alivio a los síntomas a corto plazo que ha llevado a resultados devastadores a largo plazo; por ejemplo, el uso en el pasado de la talidomida, las lobotomías o la reciente epidemia de opiáceos”.

Ahora, hay un enorme crecimiento de casos de adolescentes (y mayoría de chicas) que dicen sentir que son de otro sexo. Tradicionalmente, del 60 al 98% de los niños y adolescentes con esas sensaciones veían que los síntomas desaparecían por sí mismos al adentrarse en la edad adulta. Pero desde hace pocos años, se han multiplicado los tratamientos hormonales y quirúrgicos a menores sin que haya evidencia de que les ayuden, y no de que les dañen, dice la SEGM.

Se basa todo, a nivel mundial, en el llamado “protocolo holandés”, que se basa en una única investigación científica que se realizó con tan sólo 55 sujetos (y solo 40 la finalizaron), de los que el 100% tenían la disforia desde niños (ninguno desde la adolescencia), sin grupo de control, sin evaluación de efectos físicos y analizando los efectos sólo 1 año después del tratamiento.

Tratamientos graves y mutiladores

Con este único y dudoso estudio en mano, hoy se practican miles de tratamientos mutiladores y graves con:

– bloqueadores de pubertad
– hormonas cruzadas para toda la vida
– mutilación de pechos, o implantes de pechos
– retirada de ovarios o testículos
– extirpación de úteros
– mutilación de los órganos genitales

Todas estas intervenciones acumulan peligros para los jóvenes así manejados, y probablemente más peligros a largo plazo, como:

– cambios físicos irreversibles
– complicaciones médicas y efectos secundarios de los fármacos
– complicaciones quirúrgicas
– infertilidad
– bloqueo de la pubertad, que es un proceso de desarrollo normal

Ya hay estudios, señalan, que muestran una asociación con:

– altas tasas de suicidio post-cirugía
– muertes prematuras
– complicaciones cardiovasculares
– desajustes óseos y del esqueleto

De hecho, denuncian desde SEGM, las clínicas de cambio de sexo están animando a una “transición social temprana” (declararse del otro sexo cuanto antes, de niños, y empezar a actuar como tal), algo que el protocolo holandés explícitamente contraindicaba, y se aplican a personas que sienten la disforia sólo cuando ya son adolescentes… una edad que el estudio no investigó.

Poder hacer ciencia sin represalias

Estos médicos hablan de “generar preguntas buenas, que se puedan responder”, pero eso es precisamente lo que desde hace un par de años es cada vez más difícil por la extrema virulencia del activismo transexual y el dogmatismo anti-ciencia con el que muchos asumen sus dictámenes.

El activismo transexual actúa con técnicas de matones y castigos fulminantes para amedrentar a quien le cuestione. La creadora del mago infantil Harry Potter, J.K.Rowling, ha sido su objetivo más sonado hasta la fecha, pero es multimillonaria, popular y tenaz y no se ha dejado arredrar. De hecho, desde sus redes sociales ha recomendado la web e investigaciones de SEGM.

El columnista Douglas Murray, homosexual pero contrario al discurso de género más extremo, el 27 de agosto en The Times señalaba un ejemplo de este matonismo que le parecía elocuente. Se trata del caso de Sasha White, que escribió en su cuenta de Twitter pocos días antes: “la inconformidad de género es magnífica, pero negar el sexo biológico no lo es tanto”. Por osar hablar de “sexo biológico” fue despedida al instante de la agencia literaria neoyorquina en la que trabajaba.

Científicos con miedo a hablar

Más grave es que el matonismo se extienda al ámbito de la investigación médica. Murray comenta el caso de la neurocientífica Debra Soh, autora del libro “The end of gender”, que tuvo que dejar su centro académico “por la misma razón que otros científicos están considerando ya: es la primera vez en sus vidas profesionales que se les pide, incluso ordena, que ignoren el método científico. La primera vez en siglos que un dogma -religión si se quiere- asume preponderancia sobre su ámbito”, escribe Murray.

[Un repaso a algunos absurdos de la ciencia soviética recordaría a Murray que hace apenas unas décadas en Europa, y probablemente en China hoy mismo, los dogmas del Partido gobernante preceden a las normas del método científico en numerosos ámbitos].

“Los activistas [trans, de género extemo] parecen imaginar que si consiguen eliminar a todos los oponentes en su camino, pueden ganar por insistencia”, señala Murray. “Nada más lejos de la verdad. La realidad biológica puede ignorarse, pero no mucho tiempo. Nuestra sociedad se esfuerza en entender la cuestión trans. Es un noble esfuerzo. Pero si vas a tener que abordar un tema complejo, es necedad rechazar las mejores herramientas analíticas que cualquier sociedad ha desarrollado”, escribe Murray.

Por supuesto, los activistas transexuales, no ven nada “complejo” que abordar: en su discurso, ellos son lo que ellos dicen que son, porque lo dicen ellos y punto. Como decía una activista trans visitando un colegio al sur de Madrid hace pocos años (véase el vídeo abajo): “la ciencia no puede saber si soy hombre o mujer”. Y ese es el dogma que quieren enseñar a niños y padres.

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