EUTANASIA

La inmensa mayoría de los enfermos no quieren morir y  tampoco sufrir, de ahí que los adelantos en la medicina paliativa hayan provocado el descenso espectacular de la eutanasia como liberación del dolor insufrible

DIARIO SUR – 24/06/2018

MANUEL GARCÍA DEL RÍO / Profesor titular de Pediatría. Exdirector de unidad de gestión clínica de Neonatología

La eutanasia es la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente con la intención de evitar sufrimientos. Existen dos clases: la activa, que consigue la muerte del enfermo mediante el uso de fármacos que resultan letales; y la pasiva, que la consigue mediante suspensión del tratamiento médico y/o de su alimentación por cualquier vía.

A lo largo de la historia, la eutanasia ha sido utilizada para la eliminación de personas o de grupos sociales.

Actualmente se pretende despenalizarla en nuestro país. El profesor Gómez Sancho nos dice: «Es un debate que no debería acaparar tanta atención, al menos mientras que los pacientes no estén bien atendidos, porque en España cada año mueren más de 60.000 personas con un sufrimiento intenso y evitable, que con una buena estrategia a nivel estatal de cuidados paliativos se podría solucionar».

Además sostiene que «tratar de terminar con los más débiles, con los más indefensos y más vulnerables, a través de la legalización de la eutanasia, es una indecencia» y concluye que «el hecho de introducir la eutanasia acarrearía la crisis más grave de la historia milenaria de la Medicina, porque por primera vez el médico añadiría una nueva función, que sería la de gestionar la muerte».

La Medicina es ciencia y humanidad. La ciencia médica descansa sobre un trípode. Un trípode que se nos enseña en las facultades y que consta de: prevenir enfermedades, curar y –si no es posible– aliviar. En cuidar es donde tienen cabida los cuidados paliativos. Y toda esta ciencia revestida de humanidad.

Por tanto, la eutanasia «no es parte de la Medicina», no es un acto médico, y no lo es porque el médico es el cuidador de la salud de las personas y no puede ser, al mismo tiempo, provocador de muerte intencionada.

Antes de discutir una ley para legalizar la eutanasia, se debería hacer una ley de ‘Atención al final de la vida’, que ya nos indicó el panel de expertos de la OMS, en 1990: «Los gobiernos deben asegurar que han dedicado especial atención a las necesidades de sus ciudadanos en el alivio del dolor y los cuidados paliativos antes de legislar sobre eutanasia. Por tanto un Gobierno que antes de desarrollar programas de cuidados paliativos acomete una legislación sobre la eutanasia comete una frivolidad y hasta una irresponsabilidad».

En palabras del Dr. Requena, «nuestro país está muy lejos de llegar a cubrir necesidades mínimas de cuidados paliativos». Por tanto, los esfuerzos deberían ir encaminados a los cuidados paliativos y no a legislar la eutanasia. «Desearía que el Parlamento español apruebe leyes para eliminar el sufrimiento de las personas y no para eliminar a las personas que sufren», manifiesta por su parte el Dr. Batiz.

La gran mayoría de enfermos que piden la eutanasia en realidad lo que desean es que se les alivie el sufrimiento y el dolor. Si se satisfacen estas dos necesidades, esta petición posiblemente no vuelva a producirse. La inmensa mayoría de los enfermos no quieren morir y tampoco sufrir, de ahí que los adelantos en la medicina paliativa hayan provocado el descenso espectacular de la eutanasia como liberación del dolor insufrible. Cuando, pese a los esfuerzos médicos, no se consigue el fin que se busca, de liberarlo del dolor insufrible, siempre tenemos la sedación paliativa, que es un tratamiento médico, científico y éticamente correcto que no se puede confundir con la eutanasia aunque los separa una línea roja bien delimitada, pero muy fina y por tanto fácil de traspasar. Esta sedación paliativa no debe precipitar deliberadamente la muerte pero tampoco debe prolongar innecesariamente la agonía, su misión es ayudar a no sufrir hasta que llega su muerte.

En el Código de Deontología Médica y en su Capítulo II, nos dice:

–La profesión médica está al servicio del ser humano y de la sociedad. Respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad son los deberes primordiales del médico.

Y en el Capítulo VII, relativo a la ‘Atención médica al final de la vida’, se recoge lo siguiente:

–El médico tiene el deber de intentar la curación o mejoría del paciente siempre que sea posible. Cuando ya no lo sea, permanece la obligación de aplicar las medidas adecuadas para conseguir su bienestar, aun cuando de ello pueda derivarse un acortamiento de la vida.

–El médico está obligado a atender las peticiones del paciente reflejadas en el documento de voluntades anticipadas, a no ser que vayan contra la buena práctica médica.

–La sedación en la agonía es científica y éticamente correcta sólo cuando existan síntomas refractarios a los recursos terapéuticos disponibles y se disponga del consentimiento del paciente implícito, explícito o delegado.

–El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de este.

Por todo lo expresado anteriormente, queda claro que para la profesión médica eutanasia, no; cuidados paliativos, sí.

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