‘Teníamos cien razones para elegir el aborto, pero escogimos la vida’

LA GACETA 21/04/2017

“Nada más rellenar con mis datos el formulario del centro abortista me puse a llorar. ¿Estaba tomando la decisión correcta? Cuando dijeron mi nombre en alto sentí que no podía respirar. Me levanté, pero en lugar de entrar en la habitación donde iba a matar a mi hijo, decidí salirme fuera”.

A continuación, mostramos el testimonio de una joven estadounidense publicado por la web provida Liveaction News. Un testimonio de valentía, miedos y un ejemplo de superación. La joven y su novio tenían más de cien razones para abortar a su hijo, pero decidieron apostar por la vida.

‘El ginecólogo puso su mano sobre la mía y me dijo que estaba embarazada. Me quedé en shock. No podía tener un bebé ahora, con todo lo que estaba pasando en mi vida -compromisos de trabajo, una posible boda en el futuro y la salud de mi madre”.

Mi novio Dan y yo crecimos en familias muy religiosas. Mientras nuestros padres nos apoyaban en todo, sabíamos que ninguno se alegraría con la llegada de un bebé antes del matrimonio. Nos enseñaron a hacer “las cosas bien” y esto significa renunciar a ello. Hasta el momento, había hecho el papel de “hija perfecta” y “cristiana perfecta”.

Cogí cita en un centro abortista fuera de la ciudad, no podía correr el riesgo de encontrarme con alguien. Dan vino a la cita, dejándome muy claro que no apoyaba mi decisión. De todas formas, me quería y deseaba un futuro conmigo, por lo que dejó a un lado sus deseos. Después de todo, era mi decisión y mi cuerpo, ¿no?

Cuando llegamos a la clínica vimos a un grupo de gente en la entrada del centro sujetando carteles en los que se podía leer: “Si crees, vete”. Me quedé mirando el cartel. Yo creía, entonces, ¿qué hacía ahí?

Quise irme, pero rápidamente pensé en la vergüenza vendría con el embarazo. Sabía que el aborto estaba mal, pero era un mal que podía esconder.

Aparcamos el coche y entramos en la clínica. Dan me cogió la mano y me recordó que no teníamos por qué hacerlo. Y seguí caminando hacia adelante.

Nada más rellenar el formulario con mis datos me puse a llorar. ¿Estaba tomando la decisión correcta? Cuando dijeron mi nombre en alto sentí que no podía respirar. Me levanté, pero en lugar de entrar en la habitación donde iba a matar a mi hijo, decidí salirme fuera. Dan me persiguió. Estaba muy confusa. Entre lágrimas le dije que no podría superar el aborto, pero tampoco el embarazo. Sentía que no tenía opciones.

En ese momento levanté la mirada y vi un pequeño autobús en el que ponía “tienes opciones”. Una mujer que se encontraba cerca del automóvil se dirigió hacia nosotros y nos dijo que tal vez podía ayudarnos. Nos invitó a entrar en la unidad móvil y me dio un pañuelo para secarme las lágrimas. Durante la siguiente media hora le conté toda la historia.

Hablamos de mis creencias religiosas, de mi familia y de mi situación laboral. Mientras se lo contaba todo sacó un papel y escribió los pros y los contras. Entonces comprendí que mis preocupaciones desaparecían.

Miré a Dan y estaba sentado cubriéndose la cara con las manos. Me miró y, con lágrimas en los ojos me dijo que no íbamos a terminar con la vida de nuestro hijo. “¿Por qué debemos preocuparnos por lo que digan otros?”, me preguntó. Y fue exactamente lo que necesitaba escuchar en ese momento. Entendí que lo que Dios decía de mí era mucho más importante de lo que dijeran otros sobre mí.

Decidimos quedarnos con nuestro hijo. Desde ese momento, mi corazón se ha llenado de alivio y paz. Siempre agradeceremos la ayuda que una desconocida provida nos ofreció a las puertas del centro abortista’.

Artículos relacionados